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Los “Auroros” son gente sencilla que da vida, en los últimos días del mes de septiembre, a la madrugada del día del Cristo. Alumbrados por la luz de la aurora, recorren las calles, plazas y veredas de la Villa, en el silencio de la noche, que se rompe al entonar con recias y profundas voces, cánticos de alabanza dirigidos a Dios y Santa María. El tañido de la campana, marcando el paso del tiempo, y el repetido sonar de la melodía, bajo las hornacinas de nuestras calles, son el lienzo sobre el que los hermanos recrean la ilusión de recibir el regalo de un nuevo día.