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         A lo largo de los más de seiscientos años que abarca este relato, la forma de celebrar las fiestas en nuestra Villa, al igual que las gentes que hicieron su vida en esta tierra, ha cambiado. Algunas han desaparecido, otras nuevas han sido incorporadas al calendario, mientras que del resto, de las que hoy conocemos es difícil identificar sus orígenes, posiblemente porque la sociedad que las promovió, sustentaba su identidad en unos principios y valores que en la actualidad, en el mejor de los casos, han sido secularizados con el pretexto de universalizar las celebraciones.

          La cristianización de las fiestas, que a lo largo de algo más de seiscientos años nos hemos dado, tiene una evidente repercusión en la sintaxis, el lenguaje y en la forma de articular los actos, que en algunos casos, anclan su origen en rituales procedentes de la caridad pública que sustentados en los principios y valores trasmitidos por nuestros mayores son patrimonio de nuestra comunidad. Su desaparición, alteración o sustitución, en la búsqueda de novedades que aproximen al pueblo a estas celebraciones, son una señal inequívoca del cambio de referentes que con el paso del tiempo y las modas han sido asumidos como propios por nuestra comunidad.